lunes, 5 de enero de 2015

Rebelde sin causa

Empezó el 2015 con los esperados cambios de gobiernos municipales a nivel nacional, siendo sin duda el más esperado, el de la Municipalidad de Lima. Pero el electo alcalde Castañeda, no sería el objeto de atención de la ceremonia en la que asumiría el cargo, pues, aprovechando que la autoridad edil carece de dones en la oratoria, a tal punto que confundió la palabra "voto" por "foto" (no faltarán los malintencionados que habrán oido "poto"), la mirada de la prensa se centró en la "achorada" juramentación del electo regidor Augusto Rey, quien prefirió juramentar sin colocar su mano sobre la Biblia y sin saludar a los miembros de la mesa protocolar, 

El regidor intentaría aclarar su "ofuscación" en las redes sociales: “Al terminar de juramentar, confundido por las pifias y un par de comentarios ácidos que crucé con Castañeda sobre el “trabajo por hacer”, olvidé saludar a quienes se encontraban en la mesa principal. No lo hice de forma intencional, pues considero que si uno acepta participar en el juego democrático, uno debe aceptar también sus reglas. Es por esto que apenas me di cuenta de mi error, me disculpé por Twitter. Hoy lo reafirmo".

Posteriormente ampliaría aún más la justificación de su "animadversión" por Cipriani, mencionando que: "Es importante aclarar que nunca critiqué la presencia del cardenal como invitado a la juramentación, como también estaban invitadas muchas personalidades de distintos sectores, a pesar de que algunos medios han escogido presentarlo de esta manera. Lo que sí critiqué y critico es su presencia en la mesa oficial de juramentación y, por lo tanto, su participación en el protocolo oficial. La discusión no es, finalmente, sobre el cardenal Cipriani, sino sobre la relación del Estado y las religiones".

Sería bueno mencionar aclarar algunos aspectos en torno a este acto "berrinchudo" y afán de "figuretismo político" que giran en torno a este joven regidor, quien confunde la innovación política con la "destrucción de esquemas ya establecidos", característica propia de los "falsos Mesías" del socialismo en la actualidad.

Primero: según Decreto Supremo, aprobado el año 2005 por el entonces presidente de la República Alejandro Toledo, el Cardenal y Arzobispo de Lima se ubica en el puesto cinco de las autoridades invitadas a dichas ceremonias, y tal como lo establece el protocolo, en caso de ausencias de las autoridades precedentes, puede ocupar la mesa de honor al lado del presidente de la República, tal como ocurrió aquel día....simplemente, el cardenal Cipriani no se sentó de manera antojadiza en ese lugar o porque su investidura así lo haga (y quien sabe si hasta tal vez no estaba de acuerdo con ello), pero lo hizo para respetar el protocolo establecido por el gobierno peruano...



Segundo: Los gestos de formalidad básicos como el saludo o el dar las gracias o el pedir perdón son indicadores de nuestra calidad de persona. Y la excusa de decir simplemente "se me olvidó" o "estuve distraido" sería más creible si no existiese la mencionada "antipatía" de Augusto Rey por Cipriani. Parece que el "fair play" en la política no existe o está desapareciendo con las nuevas generaciones, y no se dignan en aplicar el dicho "lo cortés no quita lo valiente". ¿Se puede pretender una mejor relación entre los grupos opositores representados por estos dos personajes (los ateos y los católicos) si entre ellos no se toman la molestia siquiera de saludarse en una ceremonia? ¿Se pretende buscar la tolerancia entre las opiniones cuando una autoridad no soporta siquiera estrechar la mano de su rival? ¿este acto no representa en sí un acto hostil y puede ser un mensaje subliminal de violencia hacia lo que representa el catolicismo en el Perú?

Imagen de Perú21

Los medios pasan por agua tibia esto, y muchos lo toman como algo anecdótico, pero si en verdad se pretende limar asperezas entre los diversos grupos de opinión de la población peruana, el primer paso lo deben dar sus dirigentes...al menos eso es lo que creo...

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