martes, 20 de enero de 2015

Las empleadas y el feminismo

La ministra de la Mujer, Carmen Omonte, está nuevamente en el ojo de la tormenta, esta vez por no haber inscrito a su empleada doméstica, identificada como María Vásquez, en el Registro de Empleadores/Trabajadores del Hogar, y presumiblemente no haber efectuado el pago de la totalidad de sus beneficios laborales.

Esta relación entre activistas del feminismo y empleadas del hogar me hizo recordar a Betty Friedan, una de las principales activistas del feminismo y autora del libro "The femenine mystique" (1963). En esta obra, considerada una de las piezas clave del movimiento feminista en Estados Unidos, se formuló la tesis que "millones de mujeres llevaban una vida vacía como ama de casa, y lo que necesitaban era buscar oportunidades afuera". Como era de esperar, millones de mujeres compraron el libro.

Imagen tomada de biografiasyvidas.com

Para llamar la atención de su público femenino, Friedan se presentó como una típica ama de casa agobiada. Según ella, la sociedad en su conjunto conspiraba contra la mujer para someterla a las labores domésticas, describiendo a su hogar como un "confortable campo de concentración".

Lo que las activistas del feminismo no mencionan, es la doble moral de esta activista. Betty Friedan provenía de una familia rica, con sirvienta, enfermera y mayordomo. Luego de casarse con un ejecutivo de publicidad de buen status económico, pasó a vivir a una mansión a orillas del río Hudson, la cual tenía once habitaciones y tres baños, además de muchos detalles lujosos. Además, tal como afirmaría su esposo, Betty rara vez actuó como esposa o como madre, pues era una activista a tiempo completo, muy ligada al marxismo y la izquierda radical; algo que prefirió no mencionar tampoco en su libro para que "la tomen en serio". Realmente, sabiendo todo esto, sería absurdo que alguien que tenga sentido común tome en serio las ideas que Friedan plasma en su libro. 

Imagen tomada de andina.com.pe

Volviendo al caso de la ministra Omonte. ¿Es lógico que una mujer activista que "supuestamente" defiende los derechos de las mujeres, no cumpla responsablemente con los beneficios laborales de una empleada suya? ¿Tener mujeres como empleadas no va en contra de la política de "empoderamiento" de la mujer en la sociedad que pregona el ministerio? ¿Será necesaria la renuncia de la ministra para calmar las aguas, tal como lo exigen algunas personas? Esperemos que la doble moral propia de las feministas radicales como Friedan no haya contagiado a nuestra encantadora ministra, y que este "malentendido" se arregle pronto.

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